Le Petit Ventura

Este es un espacio en el que escribo lo que quiero. Me lavo con un trapo atado en un palo.

Tuesday, August 29, 2006

Count Basie

Count Basie, músico de Jazz nacido en New Jersey en 1923, lo tenía claro cuando cogió sus maletas, sus dedos locos de maestro pianista y pilló el autobus hacia Kansas City. Su madre, una inteligente y sensible mujer de clase trabajadora, le había introducido desde pequeño un amor por la música que ya no podía írsele por muchas canciones de reggaeton que escuchase.
Con su sombrero, su bigotillo de negro poderoso, su americana de pana y una maleta de esas antiguas (nada de ruedecitas ni pijadas) con las pocas cosas que tenía se marchó hacia la capital del estado de Missouri.
El Count sabía que, mientras imperara la ley seca, una ciudad como Kansas City con un sheriff más corrupto que un político siciliano sería de los pocos lugares donde triunfar y donde darse a conocer. Porque si el responsable de ese falso estado de ley y orden aceptaba unos cuantos dólares por hacer la vista gorda a los clubs, de la mano iba a venir la vida nocturna, de la vida nocturna vendría el alcohol, del alcohol la música y de la música vendría la cultura y el crecimiento intelectual de una isleta de desarrollo dentro de un mar de ignorancia.
Así, de esta forma, después de haber comenzado en orquestas de tercera, llegó a ser el líder de la suya propia y a convertirse en uno de esos músicos de los que los productores se enamoran nada más sintonizarlos en la radio de turno.
Luego ya vino la época en la que se juntó con Duke Ellington (conde y duque en batalla piano a piano) y formaron una de las mejores bandas de jazz de todos los tiempos. Pero, ésta ya es otra historia...

Frotando la lámpara de aladino

-A ver tú, un deseo.
-Fácil. Conocer Madrid y sus barrios mejor que un kiosquero loco con sus madrugadas, que un pizzero bakala con sus pendientes dorados, que un cartero hippi con su vespa amarilla y sus greñas, que un mensajero payoponi con su metro cincuenta y que un taxista facha con su aguilucho en el salpicadero.
-Eso no puede ser.
-Pues entonces... sólo los bares, antros, casas de lenocinio, clubes sórdidos y locales clandestinos.
-Hecho.

Tuesday, August 22, 2006

Picasso

Durante la segunda guerra mundial, en 1940, las tropas nazis invadieron la capital de Francia en su afán imperialista.
Por aquella época, París era un hervidero de arte. La bohême llevaba ya varias décadas en Montmartre leyendo versos y pintando lienzos. Había exposiciones, tertulias, cafés-teatro, cabarets... multitud de poetas, pintores y artistas en general se reunían en torno a los fumaderos de opio clandestinos y tabernas de absenta suburbanas.
Aunque la gente no llevaba gafas de pasta ni iba a los Renoir a ver plículas en V.O.S. se respiraba en la ciudad un ambiente de creación único, inigualable.
Cuando los nazis entraron con sus tanques rompiendo el adoquinado de Saint Germain, el movimiento cultural desapareció de la escena y cerró por defunción de cara a la galería. A partir de entonces y mientras durara la guerra se dedicarían a la contracultura de la resistencia.

Los hombres grises de las cruces gamadas controlaban que en la ciudad no se generara ni media agitación contraria a la ocupación. Cualquier símbolo de disidencia era castigado duramente.

De entre todas las situaciones que se dieron hubo una de especial importancia por lo cómico y lo dramático: Un oficial del ejército invasor entró en el estudio de Picasso en el que guardaba una copia de su Guernica. En este cuadro, como todo el mundo sabe, aparece una serie de escenas tremendamente trágicas sobre el bombardeo de este pueblo vasco por parte de la aviación alemana aliada de Franco durante la guerra civil española.
Al ver este cuadro el oficial nazi preguntó a Picasso: "¿Ha hecho usted esta porquería?" y Pablito, el artista (el de Málaga, no el de Shangri-La), respondió: "No, esto lo hicieron ustedes".

Monday, August 21, 2006

Cosas que me quedan por aprender en la vida

Cosas que me quedan por aprender en la vida

1.- A cambiar un barril de cerveza. Años y años bebiendo este zumo de cebada y todavía si me dejan en una habitación con un barril, el cacharrín ese que enfría, el tirador mágico (maravilloso invento a través del que sale la cerveza) y todo ello sin montar acabaría dándole golpes al barril contra el suelo hasta que saliera el líquido.

2.- A cambiar una rueda de un coche. ¿Primero va el gato, luego la cosa esa en la que te subes para hacer palanca y luego lo de quitar las ruedas?no?¿o es al revés?¿o no es ni una cosa ni la otra? Yo, al final, llamaría a la grúa.

3.- Los ganadores de los últimos 10 mundiales y algunas cosillas sobre fútbol. Soy un tío, con barba (si me la dejo), voz de hombre, fornido y musculoso y soy incapaz de decir eructando la alineación completa del Madrid o en qué equipos jugó Maradona. La gente me mira raro. (Menos mal que el fuera de juego y lo del gol de oro lo domino).

4.- A planchar una camisa.

5.- A diferenciar un Bourdeax del 98 de un Borgogne del 99. Por que luego te la clavan en el Boñar y ni te enteras. Es que tu pides un Gran Reserva de Vega Sicilia y te endiñan un Don Simón. Eso sí, con tu paellita de tapa, ojo.

6.- A no hablar con desconocidos. Que luego te meten droga en la bebida y tú ni te das cuenta. Además, que es que con el precio que tiene luego te sientes en deuda con el chaval. ¿O a lo mejor debería hablar más con desconocidos?hmmm...

7.- De memoria las letras de Sabina y de una vez por todas. No se puede tener 24 años y todavía reenquear en el "pongamos que hablo de Madrid".

8.- A cogerle el punto al arroz, a la pasta y a las lentejas. Que venga un listo a decirme que es fácil!! El siguiente escalón será darle la vuelta a la tortilla sin abrasarme el antebrazo y ya, si todo esto sale bien, un buen faisán con salsa de arándanos. Lo de la deconstrucción esa se lo dejo a Ferrán Adriá al igual que la emulsión de gazpacho de sandía.

y tantas otras cosas...

Escuchad "La Libertad" de Calamaro.

Tuesday, August 15, 2006

Shackleton

Al igual que hay personas que han convertido su existencia en un profundo fracaso general a pesar de haber logrado muchos éxitos parciales (el caso más representativo que me viene a la cabeza es el de Esperanza Aguirre), también hay otras que aún habiendo encadenado derrota tras derrota han conseguido dignamente que su vida haya pasado a la historia como un modelo de heroicidad y fuerza de voluntad.
Éste es el caso de Sir Ernest Shackleton.
Este hombre fue uno de los exploradores del Polo Sur de comienzos del siglo XX pero jamás consiguió su sueño de atravesar la antártida. En lugar de esto sufrió un naufragio y protagonizó una de las mayores luchas por la supervivencia que se recuerdan.
Shackleton partió de la Argentina. Desde Buenos Aires (supongo) y tras preguntar en los barrios de marineros más sórdidos de la ciudad: "E'te...tenés merca?" y escuchar por respuesta un"¿Qué decís pelotudo?¿Merca? ¿te referís a cocaína, farlopa, polvillo de los andes?, ¡no me seás boludo! por aquí no queda nada de Blanca, sin embargo si deseás tengo por aquí un par de minas con las que podrás coger toda la noche" decidió emprender la aventura de la odisea antártica sin drogas y sin sexo (pasando de enfermedades venéreas y de sus consiguientes picores) pero con muchos perros de esos que tiran de los trineos.
Su embarcación, el Endurance, izó velas y se puso rumbo al sur, hacia la tierra del hielo perpetuo.
Tras muchos días de navegación y a solo unas pocas millas de llegar al continente helado, la capa de agua congelada sobre la superficie del mar se cerró de tal forma que ya no les permitía avanzar a Sheckleton y a su tripulación ni siquiera con el rompehielos de proa. Su barco quedó aprisionado en un desierto helado sin la posibilidad de avanzar en trineo por la fragilidad del suelo que pisaban y por el hecho de que necesitaban llevar el barco hasta tierra firme (de otra forma, al volver podrían haberse encontrado con que la nave estaba a la deriva y que no tenían maldita forma de escapar de allí).
Pasaron tres o cuatro meses y la fuerza del hielo partió el barco como una nuez (cuando la nuez se parte me refiero, no cuando está tan tranquila encima de la mesa) y lo hundió.
Incomunicados como estaban, ya que los móviles, por aquella época, en plena primera guerra mundial, no iban demasiado bien, que además en el polo sur la cobertura como que iba regulín regulán y que encima shackleton se había quedado sin saldo, decidieron que lo mejor sería probar suerte con los botes de madera que consiguieron salvar del naufragio del Endurance e intentar la travesía hasta la isla elefante, el punto más cercano de tierra firme de entre los que reflejaba su mapa.
Ellos pensaban que en la isla elefante habría multitud de esos animales con trompa a los que tirarles piedras y con los que hacer un buen estofado. Pues no, sólo había más focas como las que ya habían utilizado durante meses para alimentarse. Estaban de las focas hasta los mismisimos.
Así que entre el frío, la simplicidad de la dieta, el aburrimiento y la castidad sexual (quitando algún que otro arrumaco entre compis al ritmo de In the Navy, esos fornidos marineros no habían tocado pelo en medio año) no les quedaba otra para sobrevivir que moverse a la siguiente isla. Como un crucero por el caribe pero sin piñas coladas ni mulatas y con grasa de foca en su lugar uno de los botes partió hacia la isla de Georgia del Sur a otro porrón de millas de distancia dejando a 2/3 de los marineritos en tierra. En el interior de la barquita iban 5 de los tripulantes del Endurance y el propio Shackleton.
Después de una llegada parecida a la de los pobres subsaharianos a fuerteventura, con olas de hasta 100 metros (bueno quizá algo menos) y una tempestad que a punto estuvo de hundirles en multitud de ocasiones consiguieron establecer un campamento base en el Sur de la Isla en el que se quedarían 3 de los 6. Los otros 3, el capitán incluido, tenían todavía un viajecito estilo el que se hicieron los de Viven atravesando los andes. 30 kilómetros de montañas heladas cruzando la isla para llegar al puesto ballenero del norte. Ojo, que no era lo típico de pegarte la machada para llegar a unas tumbonas con sombrillita y una playita de puta madre, no, era atravesarte los alpes (o algo parecido) para llegar a una mierda de estación ballenera con más olor a prostíbulo que a chiringuito de Cádiz.
Al final, en un estado de semicongelación y con la mente má pa'llá que pa'cá llegaron hechos unos grunchis con barbotas y rastas a la puerta del noruego de turno.
"Buenas buen hombre, mire, es que soy Shackleton y... verá ... recuerda que hubo una expedición que salió hace un año aproximadamente hacia el polo... pues..."
Y claro el noruego al verles así (muy marineritos a lo Jean Paul Gaultier no parecían) a punto estuvo de decir: "Váyanse o llamo a la policía", pero claro, le entró el síndrome del buen samaritano (eso y que pensaba llevarse un pico del estado inglés como recompensa por la ayuda) y les acogió poniendo fin a su odisea.
Despues de esto viene el rescate de los que se habían quedado en el camino y el recuerdo del más intrépido viaje de todos los tiempos. Una auténtica aventura épica. Una maravilla de la lucha por la supervivencia y el triunfo de la voluntad humana.
Y nosotros creyendonos exploradores por ir a Punta Cana...

Friday, August 11, 2006

El cochecito

A veces, cuando coges tu coche y das cien vueltas por un barrio de Madrid buscando aparcamiento y de repente, tras estar a punto de cortarte las piernas para ser minusválido y que te den una de sus plazas reservadas, te encuentras con un sitio minúsculo en el que cabe tu corto utilitario de clase media-baja, potencia limitadísima y mecanismo a pedales, te entra en el cuerpo como una sensación de culpabilidad que te hace pensar: "¿Por qué he tenido tanta suerte?¿A quién de los discípulos de belcebú he vendido mi alma para que encuentre yo en plena Latina y en plena hora del tapeo un sitio para mi motocarro?¿Cuáles serán las consecuencias?¿Qué precio habré de pagar?¿Qué tipo de dolor sobrehumano se infringirá sobre mi persona como moneda de cambio?.
Y es que encima tienes que estar agradecido. Despues de todo lo que te ha costado, aún así, miras para los lados y piensas: "Hey ¿por qué no venís todos a abrazarme? lo he conseguido! Adorad mis empeines, a partir de ahora seré vuestro Dios. Podéis llamarme simplemente Dios o Mi Dios o Dios Mio..."

Hola bonita, ¿Que tu padre es el concejal de movilidad de Madrid? Aaaaah, sí, me suena sí, creo que he oído algo de lo que hace. Ven aquí ven, pon aquí la cara que te voy a decir una cosita. El látigo éste? Na, no es nada, no te preocupes, sirve pa matá mojcas...
¿Ah que además tu padre es encargado del transporte público? Genial ¿y en cual de las 6 líneas de metro cortadas has venido hasta aquí?

Bueno, ¿para qué enfadarnos por estas cosas si todo el mundo sabe que los mejores viajes son los interiores?. Brindemos por Madrid, como dijo Sabina, por una ciudad invivible pero insustituible.

Sunday, August 06, 2006

El concierto

El otro día estaba viendo en la tele un concierto de música clásica. Era en "La Dos" por supuesto. Yo es que no veo otro canal porque odio la telebasura y todos esos programas como el tomate (por cierto, ¡qué fuerte lo de Julián Muñoz!) me parecen de pésimo gusto. Lo que a mí me gusta es pegarme panzadas de "Redes" con el hipersexy Punset, "Negro sobre blanco" con el no menos madurito resultón Fernando Sanchez Dragó y algún que otro "días de cine" con presentador reivindicativo e insurrecto incluído.
Durante el concierto éste de música clásica en el que se interpretaban deliciosas piezas de Brahms por la orquesta de Baviera Norte y una exquisita sinfonía de Mendelssohn a cargo del genial director de kazajstan Dimitri Wckotsyiowe, ciertos pensamientos de lo más chorra me vinieron a la cabeza.
De entre todos ellos, uno en especial me estuvo rondando durante varias horas. En la orquesta, todos los músicos estaban afanados interpretando sus partituras de la mejor forma posible, dando un Sol cuando toca un Sol, haciendo silencio cuando toca callarse y todas esas cosas que hacen los músicos cuando hacen música. Sin embargo, uno de ellos estaba quietecito en su silla. Llevaba como los demás ese medio smoking tan mono con pajarita incluída y pasaba hoja tras hoja de la partitura a la vez que el resto de sus compis pero no tenía en las manos ningún instrumento.
Estaba sentado entre el tío del xilófono y el del bombo este que atrona una barbaridad. Tenía el rostro sereno y un esbozo de sonrisa en la boca.
De repente se puso de pie y se dio la vuelta para coger unos platillos que tenía colgados.
Entonces yo me dije: "Tate, ¿a que éste va a ser el de los platillos?". Y en efecto, lo era. Agarró los discos y se puso en posición de espera. Agazapado al fondo del todo esperaba su momento.
Mientras de la orquesta salían los últimos acordes terminando el tema en una orgía de subidones "ahora los violines, ahora las trompetas", sus ojos parecían decir: "ja! os creíais que no iba a hacer nada eh? que estaba ahí sentado como si fuera un becario! Pues no! os equivocáis de parte a parte, porque ésta es la mía". En el último In Crescendo, en el orgasmo final, con sus músculos en tensión máxima y con goterones de sudor por la frente, asió con fuerza las correas de los platillos, abrió los brazos como para abrazar a una vaca burra y le endiñó como una mala bestia.
Tal fue la potencia de la colisión que la onda expansiva reventó todas las ventanas del auditorio amén de todos los tímpanos de los de las primeras filas. Hubo un quejido generalizado y un pitido agudo reverberante se instaló en la sala de forma perpetua. El presentador del programa tubo que interrumpir la emisión cuando todavía quedaban unos minutos y poner a la payasa del IPOP a hacer el subnor antes de lo debido.
Traumático (lo de las muecas de la tía esa me refiero).

Thursday, August 03, 2006

Aqui estoy

Podría ocurrirme esto:
"Vale, muy bien, me he montado en un metro y ahí justo he empezado a volver a la realidad. Todos los carteles del vagón estaban en un idoma raro, caracteres cirílicos, era ruso.
Me he bajado en la siguiente parada y he alucinado con el andén lleno de estatuas y cuadros. Parecía un palacio más que una estación de metro. He subido unas eternas escaleras mecánicas. Como si se tratara de una ascensión desde el averno la temperatura ha ido bajando cada vez más y más. Justo en frente de la salida, un grupo de adolescentes inspiraban y espiraban el pegamento que habían puesto dentro de una bolsa de plástico. A escasos veinte metros un grupo de prostitutas con botellas de vodka en la mano hacían gestos lascivos a los mercedes que peregrinaban por la plaza como la procesionaria de los pinos..."
O cualquier otra cosa. Ya no me sorprendería nada...

Wednesday, August 02, 2006

Los mosquitos

Te vas a Laponia y hasta en las estepas escandinavas te encuentras con fínifes chupasangres que te alegran la tarde o el sol de medianoche o la aurora boreal o el venado asado con papas porque ves que, por muy clima de santa mierda que tengan los suecos, siempre tendrán mosquitos revoloteando sobre sus jarras de sangría. Asquerosos, sí, y portadores de enfermedades, también, pero llenos de una vida que ya nos gustaría en esta estéril ciudad de Madrid.
Por aquí, en la gran meseta horripilante, nada más que esas pequeñas heces de babuino que llaman cucarachas serían capaces de sobrevivir a un verano tan seco, caluroso y dejado de la mano del creador como es el nuestro. Sólo esos animales que son capaces de renacer entre 30 Chernobiles y algún que otro Mururuoa (por cierto, un hurra por los franceses y por su capacidad de extinguir decenas de especies en lo que tarda en fisionarse un núcleo de uranio), sólo esa especie, digo, la cucaracha común, es capaz de campar a sus anchas entre desperdicios del McDonalds, Donner kebabs putrefactos y gazpachos Alvalles en estado de descomposición.
Vamos, que si quitas tres o cuatro avispas con mala hostia, alguna mosca agilipollada y las susodichas y veneradas cucarachas, en Madrid en verano no sobreviven más que ciertos ejemplares de hommo erectus en su variante "Rodriguez" y un puñado de turistas nipones fotografiando ávidamente la Torre de Valencia, el barrio de San Chinarro y los demás bodrios urbanísticos dignos de una capital tan europea y especulada urbanísticamente como la nuestra. (A la derecha podemos ver la avenida del Generalísimo y a la izquierda la de Jose Antonio. En el centro tenemos, cómo no, la plaza del Glorioso Alzamiento).
Lo que quiero decir es que desanima, leche. Fastidia caminar en verano por Praga o por Sicilia, o por Los Ángeles o por La Habana o por Calahorra o por Benidorm y que en todos esos sitios, después de pasar tres días, te vuelvas a Madrid como si tuvieras el sarampión por la cantidad de bichos que te han picado y aquí, en plena Gran Vía, no tengamos ni siquiera la una atmósfera decente para que se desarrolle el más elemental de nuestros parásitos, el mosquito.
Tampoco quiero yo aquí amenazar pero al próximo que use el Baygon le mido el lomo. A ver si para pocos animalitos que tenemos nos vamos a dedicar encima a cargárnoslos. Los de Grinpís me secundan por cierto.